Por Gerardo Guarache Ocque

Publicado el 27 de febrero de 2021 en Guatacanights.com

No es común que una flauta y una bandola dialoguen solas. Son dos instrumentos que requieren el abrigo de otros, por lo que, generalmente, el toma y dame se produce sobre una base que podría ser de cuatro, bajo y maracas. Jamás se sostendría un dueto semejante si no estuviera constituido por músicos excelsos como Manuel Rojas y Moisés Torrealba, quienes se juntaron en Houston para sentar un precedente artístico y, al mismo tiempo, celebrar la venezolanidad lejos de su tierra.

Es asombroso cómo en Equipaje de mano (2021), primer álbum del Rojas-Torrealba Duet, los artistas superan las limitaciones que imponen sus instrumentos. La bandola de Moisés es mucho más que una bandola llanera: No sólo canta y se adorna, sino que charrasquea acordes como un cuatro, pone acentos, hace bajos y trina vertiginosamente como guitarra española. Manuel, a su vez, describe melodías con su flauta y también hace una labor percutiva, aporta texturas y arpegios de acompañamiento, extiende notas para servirle una plataforma a su compañero. Ambos se entrecruzan, se apoyan; dominan el malabarismo que exige construir un monumento sonoro que se puede derrumbar con cualquier silencio.     

Rojas y Torrealba se conocieron cuando ya comenzaba a comentarse entre músicos larenses, especialmente entre artistas cercanos a la Estudiantina de la Universidad Politécnica de Barquisimeto, con la que colaboraba Rojas, cómo tocaba la bandola aquel prodigio que había llegado de Barinas. Poco después, en 2002, se editaría un álbum que lo consagraría en todo el país: Ensamble Gurrufío- Sesiones con Moisés Torrealba (2002). Esa producción contiene uno de los pocos antecedentes que existen de grabaciones en formato flauta-bandola. Es una versión de Romance en la lejanía que hicieron Torrealba y el maestro Luis Julio Toro.

En 2012, a una década del lanzamiento de ese compacto, Toro cedió su lugar en el Ensamble Gurrufío a Manuel Rojas. Por esos años se estrechó la amistad de Rojas y Torrealba. Primero tocaron juntos en una visita de la agrupación a Barinas, donde residía Torrealba más dedicado a la ingeniería que a la música. Después compartieron un viaje a Las Canarias, donde actuaron en julio de 2017; hasta que el destino los juntó en el exilio en tiempos recientes.

En Houston, comenzaron a probar, temerosos, este formato inusual. Lo consideraban riesgoso, pero aún así decidieron evaluarlo frente a la gente. María Eugenia French, amiga del dúo, organizó un concerthouse, producido con delicadeza, para unas 80 personas. Un público selecto asistió a una velada venezolanísima en plena región sur de Estados Unidos. Esa audiencia, en cierta forma, se convirtió en un jurado que aprobó la constitución del dueto y su cita con los estudios de grabación.

En cuanto a repertorio, no se fueron por las ramas ni buscaron música inédita. Escogieron joyas del cancionero nacional y acudieron a sus autores o a sus familiares, según fuera el caso, para rescatar las melodías originales. El maestro Pablo Camacaro les mandó la partitura de su Sr. JOU. Para la Tonada del cabestrero, buscaron un registro en el cual el propio Simón Díaz la canta con su cuatro. Para Criollísima, consultaron a Henry Martínez, quien corrigió algunas impresiones. En el caso de Quinta Anauco, se basaron en la versión de 1978 en la que el mismo Aldemaro Romero canta la melodía con su piano. Algo similar hicieron con Mujer barcelonesa de Enrique Hidalgo, Aquel zuliano de Renato Aguirre y Apure en un viaje de Genaro Prieto, la que inicia la fiesta con ímpetu llanero.

A todo esto, le sumaron un tema universal. Una versión única en el mundo del Vuelo de la mosca del brasileño Jacob Do Bandolim. Y más tarde, agregaron un joropito de bonus track que no estaba en los planes. En una tertulia en Katy, una ciudad muy cercana a Houston, habían improvisado un San Rafael. Uno de los asistentes los grabó tocándolo y les envío el video más tarde. Les gustó tanto lo que oyeron de sí mismos que decidieron estructurarlo para agregarlo al álbum. Ese joropo le aportó una energía necesaria, un ambiente en el que la bandola es libre; comienza pintando la escena, fijando el paisaje como un sol ladeado que va iluminando la llanura, antes de que comience el galope in crescendo.

—En la bandola, todo queda lejos— suele decir Torrealba. Para lograr lo que suena en Equipaje de mano debió extremar su técnica, expandir esas cuatro cuerdas, exprimirlas. Para un instrumento habituado a lo recio, las canciones lentas y suaves fueron las más retadoras. En Rojas, la dificultad fue otra: los arreglos (literalmente) no dan respiro. Puede oírsele buscando aire como quien sale a la superficie tras bucear sin equipo.  

El título de la obra es inequívoco. El Equipaje de mano ya no es sólo la pasión del dueto, su conocimiento y su talento, el patrimonio intangible de su país. Es ahora una poción mágica, contenida en Deezer, Apple, Youtube y próximamente en Spotify, que cualquier venezolano puede consumir para conectarse con su raíz, con ese sentimiento que lo acompaña donde quiera que esté.   

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s