Por Gerardo Guarache Ocque
Publicado originalmente en GuatacaNights.com el 21 de febrero de 2020
Un bajo eléctrico se toma su tiempo con mucho groove. Se le suman unas congas y del encuentro surge una música latinoamericana que camina por la ciudad con desparpajo y chaqueta de cuero. Al paseo se incorpora una guitarra funk y un hombre recita en inglés la antesala a nuevos invitados: un piano salsero, un teclado ochentoso; la base rítmica y los coros le hacen un guiño a Guaco. Así es la música de Luis “El Pana” Tovar, percusionista de Guatire establecido en Calgary: un constante armar y desarmar; un collage en el que los tambores afrovenezolanos sirven de anfitriones a lo demás, venga del pop, del jazz, del R&B, la salsa, el merengue dominicano o el rock.
Fuliafrocode, su segundo álbum, es una manifestación de su voz, como él la llama. Un compendio de 13 temas en los que se mezclan sus aprendizajes y sus gustos. Una amalgama en la que pueden identificarse influencias caribeñas y anglosajonas y, sobre todo, esencias que el percusionista, formado con maestros como Alexander Livinalli y Vladimir Quintero, se llevó de su país como equipaje cuando migró, primero a México y después más al norte, a Canadá, donde reside desde hace 14 años.
Tovar se gana la vida tocando salsa. Con su banda, Distrito Salsa, suele acompañar a referentes del género como Tito Nieves, Willie Colón, Tony Vega, Maelo Ruiz o Jerry Rivera. Al margen de su actividad como performer, juega a la artesanía musical en casa. De esas dinámicas lúdicas, han surgido sus dos obras.
Todo comenzó con unos injertos rítmicos que se le ocurrieron. Unas combinaciones nada comunes. A partir de eso, comenzó a construir y se atrevió a agregar bajos, teclados y a sumergirse en el mundo de los loops, los samplers y las herramientas comunes en una grabación de un álbum de hip hop. El primer resultado de la experiencia se llamó simplemente Everything I Like (2014).
Fuliafrocode evidencia la continuidad de esa búsqueda. “Dale candela” —la canción descrita en el primer párrafo de este artículo— convive con otras como Why not?, grabada junto a su colega Yonathan Gavidia y cuyo título subraya su empecinamiento por llevar la fusión lo muy lejos, a donde la mayoría siente vértigo. En esa, la fulía se entrelaza con un merengue dominicano muy al estilo Juan Luis Guerra, y después coquetea con un chachachá y un guaguancó. Toda una ensalada.
Uno de sus objetivos fue realzar el San Juan de Guatire, fiesta mágico-religiosa de su tierra casada con un ritmo de tambores desafiante y enérgico. Al mismo tiempo, quiso rendirle tributo a la agrupación 1, 2, 3 y fuera. Ambos propósitos se lograron en Fuera, la tercera pista, en la que ese patrón afrovenezolano dialoga con retazos de hip hop y sigue de largo hasta juntarse con otra versión de la obra de Simón Díaz más celebrada en tiempos recientes, la Tonada de luna llena, cantada esta vez por su amigo Andrés González.
Los versos del Tío Simón representan un prólogo de la pieza siguiente. Aguanta Venezuela le rapea un mensaje de ánimo a quienes dejaron el país en busca de oportunidades y huyendo de la dramática crisis y, al mismo tiempo, construye un escudo contra la xenofobia que sufren muchos de ellos. Antes, en la misma línea pero en formato instrumental, suena Venezuelan Exodus, que mezcla los tambores con unos teclados vintage, como sacados de un álbum de Herbie Hancock de principios de los años 70, grabados por Kate Melvina y Stephen Fletcher.
El hombre que recita en inglés en cinco de las 13 pistas es Malcolm Mooney, poeta estadounidense que alguna vez perteneció a la banda alemana CAN, exponente de aquella corriente setentera conocida como Krautock —definidad por una fusión avant-garde de elementos disímiles en torno a la electrónica y el rock—. Es él quien aporta los versos de la reflexiva Someone Care, una canción que reclama bondad, solidaridad y fe en el otro para los tiempos mezquinos que vivimos. La otra voz hablada es la de Edwins Moreno, quien hace las alabanzas a la Santa Cruz de Pacairigua en Fuliafrocode, la pieza que acentúa el origen y el viaje de Tovar, tomando la materia prima de una ceremonia tradicional y revistiéndola de modernidad.
Fuliafrocode, en cuya grabación también participó su maestro Alexander Livinalli, es un álbum que puede (y debe) escucharse de un tirón. A la mitad, justo antes de la descarga de Un cambio de actitud pt. 2, que es como un frenesí con metales, una percusión latina agresiva y endemoniados solos de guitarra de Carmelo Medina, se presenta una pausa, un descanso para tomar aire y seguir. El respiro se llama I Like This Winter Better. Allí, en esa canción cálida en contexto invernal, relucen los bajos de Lisa Jacobs. Es tierna porque escenifica el nacimiento de la hija de Luis Tovar, Emily Gabriela, quien, sin saberlo, en sus primeros intentos de habla, tuvo una participación estelar en la obra de su padre.
FOTO: Cortesía Carmen Alejandra Infante Peña