Por Gerardo Guarache Ocque
No logro escoger una metáfora para explicarlo. Dónde es como una cajita que alguien enterró, sin señas, en algún parque: uno la escucha y no sabría decir de qué época es. Si fuera una obra en lienzo, bastarían los colores sepia. Si fuera una película, tendría que ser rodada en Super 8, como una nostálgica cinta familiar que cayó en manos de un editor genial.
Dónde es como si un suicida empezara a escribir una carta y al tercer párrafo se arrepintiera de lo que pensaba hacer, pero siguiera escribiendo, ahora más vivo que nunca. Al mismo tiempo, el disco de Cheo Pardo y Ulises Hadjis parece un mensaje cifrado de un par de astronautas que se quedaron atrapados en un estudio de grabación satelital y se inspiraron mirando la Tierra desde fuera.
“Piensa en mí” es como una canción de cuna melancólica. ¿Y qué es una canción de cuna sino la puerta a un mundo distinto, el mundo donde todo es posible, un Nunca Jamás sin lugares comunes? De hecho, en el primer segundo rechina una puerta y lo que encontramos dentro es una habitación acogedora, minimalista, abierta a un cielo estrellado, quizá con una hamaca en el centro.
Dónde no parece pensado para consumirse como experiencia colectiva. Es como leer una poesía muy íntima. Unipersonal. Las voces —sí, Cheo, Dj Afro, José Luis Pardo, canta— se van turnando y juntando, a veces en susurros y siempre construyendo dulces armonías. Suenan guitarras, acústicas y eléctricas, suenan tecladitos y efectos de ambiente, pero ese trasfondo, salvo un único solo de trompeta, es como el rocío del perfume menos estridente del mundo. ¿Por qué? Porque las letras importan. Muchos intentan hacer bulla para llamar la atención; y en estos tiempos, entre tanto ruido, más vale bajarle el volumen a todo lo demás para que llegue el mensaje.
Dónde clama por volver a la ternura, a las cosas simples, a las buenas intenciones: Que las cosas sean como eran/ que las radios me hablen como antes/ que las luces brillen como ayer (“Como antes”). Ven, vamos a tocar el cielo/ cambiar las nubes de color/ nombrar a todas las estrellas/ que se asoman cuando oyen tu voz (“Aquí vinimos”). Mi corazón, que extraña, mi corazón me calma/ sé que sabe lo que es cierto sobre mí, sobre ti (“Lo que es cierto”).
Mi canción no suena igual, canta Ulises, y se acentúa esa tendencia de resolver el acento de la frase a lo Spinetta, escarbando en el esófago para traer al sentimiento, que viene trepando como un diestro escalador. El bossa, y el swing de una mano derecha, delata al ex guitarrista de Los Amigos Invisibles. Pero Ulises y Cheo, a pesar de esto, no quisieron parecerse a nada, ni siquiera a ellos mismos, o a lo que el público cree o siente que son.
Hay momentos coloridos en los que es posible bailar con hombros mientras se sirve el próximo trago, cantando un coro delicioso: En un mundo intenso/ de tonos blanco y negro/ llegaste con tu risa a colorear/ las horas y los días que vendrán y se irán (“De no haberte conocido”).
“Los continentes” es el título de un epílogo que llega como «The End» en Abbey Road, con su respectiva «Her Majesty», descolgada, como una travesura. Es otra melodía ensoñadora, que viene de otro tiempo, quizá de una época de victrolas, pipas y monóculos, a dejar en el camino frases así: Tu amor se sigue mudando/ el mío lo espera acá (…) Tu amor sigue mutando, el mío sigue igual.
Dónde no se siente como un álbum. Mejor llamémoslo obra; ya ni sé si deberíamos llamar a algo disco o álbum o placa. Eso sí, Dónde culmina muy pronto. Son ocho canciones que promedian dos minutos y pico. Aunque, quién sabe, quizá tal brevedad sea una virtud: un bocado, cuando es bueno y pequeño, despierta el hambre.
Videoclip de ¿Dónde? en Youtube